martes, 14 de octubre de 2014

17 de febrero / Las clases y Bartolomé de Las Casas




El vendaval desfigura un paisaje de azoteas recortadas, puestas en desorden en el cristal de la ventana panorámica. El cristal tiembla y las azoteas se mueven de lugar, como una de esas figuras tridimensionales que se transforman con el movimiento o según la perspectiva. Algo así como esos paisajes de cascadas plásticas y brillantes, enmarcadas en neón fosforescente, brotando en la pared de los restaurantes chinos. Nos ha tocado un salón del piso 12. Generalmente, estamos confinados al salón del 15. El del sistema de ventilación disfuncional. Ese en el que nos sentimos invariablemente como una hilera de cerdos asados. No importa si es verano o invierno. Siempre nos sentimos como una hilera de cerdos asados. Dispuestos alrededor del mesón, medio quemados, con manzanas en la boca y rodajas de piña en el lomo, enredados entre los cables de las laptops. El motivo cambia según la estación pero el resultado es idéntico. En el verano, el aire acondicionado suena como un tractor recorriendo el mesón o, más bien, triturando el mesón, llevándose por delante todos nuestros cuadernos y libros. Ese ruido llevándoselo todo hasta hacernos sentir maltrechos, caídos de las sillas, sin poder escuchar las palabras que salen de los labios del profesor. 
Corte a labios que se mueven en mute. Un close up que parece eterno. 
En el invierno, el problema es la calefacción central intentando establecer una réplica dictatorial del infierno. No hemos podido descubrir la manera de controlar el termostato. El aire caliente nos quema las mejillas y hemos llegado a abrir el tragaluz durante una que otra nevada, permaneciendo inmóviles al centro de la feroz intersección que se forma entre la columna de aire helado y la de aire caliente. Nos estremecemos levemente en los asientos cada vez que los frágiles, platinados, copos de nieve aterrizan sobre nuestras cabezas. En una ocasión incluso probamos a encender el aire acondicionado. Y entonces, se unieron en conspiración tiránica ese ruido que se lo lleva todo y el aire caliente quemando nuestras mejillas.
Pero esta vez estamos a salvo de ese pequeño desastre académico.
Nos ha tocado un salón del piso 12. Por suerte es bastante amplio. Bien iluminado. Cómodo. Con esa ventana panorámica en cuya superficie se despliega el reflejo desordenado de las azoteas. Nos reunimos todos los lunes para hablar sobre la conquista de América. Hoy conversamos sobre Bartolomé de Las Casas. Un fraile al que imagino con la estampa de San Francisco de Asís. 
Me siento obligado… inicia el voto intelectual…
también a cerrar el paso a la vía por la que tantos miles de mortales se ven arrastrados a la perdición eterna, y a defender mis ovejas como prometí hacerlo incluso hasta con mi muerte, por voto público y solemne, contra todos los lobos cristianos o profanos que irrumpen en mi redil.
Bartolomé de las Casas estaba creando el activismo por los derechos humanos. En las discusiones en tribunales teológicos, de debates teológicos contribuía a alterar el sentido de la imagen del indígena. La guerra era retórica. Uno de sus principales enfrentamientos fue contra Sepúlveda. Refutó su opinión que pretendía que la guerra contra los indios era justa porque estos eran bárbaros y faltos de política. De Las Casas lo mandaba directamente al infierno. Sepúlveda había condenado su alma al torcer en la doctrina Cristiana la idea de Guerra para poder extender las fronteras de la religión. Su opinión era contundente: fuego eterno para Sepúlveda. Maldición y karma. Bartolomé se ofreció a exponer el verdadero derecho por el cual los reyes poseen el imperio del nuevo mundo. Tiene momentos muy interesantes. Porque su manera de abordar el mundo, de justificar sus argumentos colisionan totalmente con nuestra manera de percibir las cosas. Era sacrilegio negar la naturaleza racional de los indígenas porque el espíritu santo nunca se había descuidado dejando errar la naturaleza humana. Las de los indígenas eran ánimas racionales. Una prueba, entre muchas otras, era que los naturales eran de buenos entendimientos al tener cabellos negros, por esta ser señal de la perfecta complixión del celebro.
Es una cita que intenta ser cientificista pero que en realidad es tomada de la biblia y se especifica con todo lujo de detalles

Lo de arriba es dicho de Alberto Magno sobre el Evangelio de Sant Lucas, Missus est, en la solución del antepenúltimo argumento, en la hoja décima, columnas 2 y 3.

Yo tengo el cabello negro. Muy oscuro. Me pregunto si la anterior aplica a la corriente complixión de mi celebro.

Bartolomé de Las Casas era un héroe de la memoria.

Habitaba en todos esos pliegos, esos recortes de discursos. Memorizaba los discursos. Los citaba al momento oportuno. Su principal deseo era recordar.

En fin que esta clase de comentario sobre cabellos muy negros es acompañado de una observación sobre costumbres gastronómicas que prueba que el uso templado de los mantenimientos es también reflejo de que tienen buenos entendimientos porque rehuyen de los manjares que impiden y embotan el entendimiento y hacen perder la memoria.

Uno de ellos es el carnero y todo animal no castrado, y las cebollas quien mucho las usare a comer … no estará lejos de caer en la locura.

El pronóstico es determinante: las cebollas te enloquecerán.
Afortunadamente los indígenas no ingieren estos alimentos y no pasarán jamás por la locura irremediable de las cebollas y los corderos.

Parece siempre estar entregándose a estrictas descripciones científicas, en esta cita nos explica cómo funcionan los sentidos perceptivos de estos seres:

parece que con la vista penetran los corazones de los hombres, y tienen comúnmente los ojos hermosos. Oyen también muy mucho; huelen cualquiera cosa de muy lejos, aunque sea entre los montes. Lo mismo es del gusto; y, cierto, dello tenemos experiencia, y aquí no hablamos a tiento ni, como dicen, de coro. Item, el sentido del tacto tiénenlo en gran igualdad, lo cual se muestra porque cualquiera cosa lesiva y que pueda lastimar, así como frío, calor, azotes o otra exterior aflicción, muy fácilmente y en mucho grado los aflige, angustia y lastima, mucho más sin comparación que a nosotros y aunque a los más delicados que hay entre nosotros, no obstante aun el traer los cuerpos y miembros desnudos al sol, a los vientos y al agua, lo cual les había de causar ser duros y robustos y no tener tan sensible y lastimable aquel sentido del tacto. 

Y claro llegando al comentario paternalista y a veces inevitable, regido por el sentido de la simpatía y la certeza en la conveniencia de la cría. Algo así como esa animación de los niños humanos criados por los extraterrestres azules, Draags, de “El Planeta Salvaje” de René Laloux: un clásico de la animación europea de 1973. 
Los Draags son una raza extraterrestre con forma humanoide, pero mucho más antigua, con piel azul, orejas como aletas de pez y enormes ojos rojos. Los Draags viven mucho más tiempo que los humanos - una semana Draag es equivalente a un año humano. Algunos Oms -humanos- han sido domesticados como mascotas, pero otros corren libres y salvajes y son exterminados de manera periódica. El trato de los Draags hacia los humanos contrasta por su alto nivel de desarrollo tecnológico y espiritual.
En un punto clave de la película, el Concejo de los Draags en la sede del gobierno discute sobre la regulación de la exterminación de los Oms salvajes o en la cría restringida. Las discusiones teológicas de Bartolomé de Las Casas son dobles de estas discusiones. Los tribunales de estos hombres antiguos me retrotraen hacia esa película de ciencia ficción. Una elipsis entre varios siglos de imágenes. Recuerdo entonces al niño humano -el Om protagonista- con vestido de payaso, de muñeca, y pienso en la manera en que los indígenas eran exhibidos en Europa por las compañías conquistadoras. De las Casas usa las palabras más cute que podamos imaginar del español antiguo:

todos comúnmente muy graciosos, lindos, alegres, cordecitos, vivos y de borne indolis,que es señal e indicio o significación de bondad de las ánimas dellos natural, y de buenos entendimientos, y que se perficionarían si fuesen ayudados como parece por muchos que crían y han criado los frailes

En "Planeta Salvaje" se revela que los Oms fueron encontrados en un planeta que mostraba evidencias de vida civilizada. Las imágenes muestran también que la Tierra estaba en un estado postapocalíptico.







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