lunes, 21 de noviembre de 2011

El discurso del vigilante a la noche (Poética de John Wieners)




Vigilante, qué dice la noche, siempre me pareció el orden de mi propia vida, aún cuando nunca conocí la frase hasta que tenía 29 ó 30. Explorar esos oscuros eternos del mundo nocturno: la prostituta, el drogadicto, el ladrón y el pervertido. Estos fueron los héroes imaginados de mi mundo: y los órdenes de mi vida. Lo que representaban, cómo vivían, qué hacían durante el día eran las extravagancias de mi imaginación. Y yo tuve que convertirme en cada uno de ellos hasta que supe. Hasta saber que ellos son sólo privaciones del sí mismo, no lejanas extensiones de su ser: manifestaciones de deseo, traición y venganza.
     Ellos no asumían poses soñadoras o posiciones de héroes; no expresaban nobles sentimientos; hacían causa común del miedo y en la necesidad. La noche era su palacio, su campo de trabajo; su vecindario era el alba y lo nunca conocido. La luz del día era sólo para ser soportada. Y la guerra de la noche nunca terminaba. No había declaración de paz o armisticio. Y el amor era sólo un acontecimiento casual o un accidente. Cuando ocurría, salvación y un cambio de vida por el instante. Pero nunca mostró signos de permanencia. Y uno continuó, evitando los espejos y el sol.
     El amor era para obtener ganancias; una calidez nocturna, un nuevo traje, unas semanas de alojamiento, una comida completa, una suave almohada bajo la cabeza; pero para el corazón y el alma sólo una remembranza o memoria de la niñez, una melodía tocada en un pequeño piano en la casa de algún otro.
     La mañana nos encontraba enfermos, amanecer exhausto, la noche un júbilo y una excursión. Quién quería ser visto bajo la luz del día, cuando los esclavos estaban afuera, perezosos para hacer sus vidas justas. Los cojos abundan los fines de semana, así que úsalos, descúbrelos. Casas y aldeas de dinero, pieles y joyas. Y sin embargo así era, nos convertimos en quienes dejan que la vida los desgaste rondando los 30 o antes que nos sentimos quemados, y realmente lo estuvimos; sólo para reencendernos más tarde, esperando, con el descanso, alivio y redención.
     En la forma de un poema, con su orden, expresiones y liberación. Tocando temas alguna vez remotos, ahora familiares, como la canción de los pájaros en el patio en donde antes hubo nieve y el flujo de la lluvia.
     Comunión también con las cosas ordinarias de la vida, removidas por y desde el entusiasmo, ordenando creencias externas e internas, fundidas con la cohesión de un mundo y su cosmos bajo una sola sílaba. Permite que viva allí el divino reinado y que lo misterioso de este se manifieste en el duro tacto de la madera en el fondo. El fondo! Las profundidades alcanzadas, el sonido del oleaje del océano en las vacías llanuras del corazón, alcanzando el cielo con los bosques del campo llenando el horizonte. El mundo revelado en una palabra.

Sábado 27 de abril de 1963

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