Nació en
Freiburg (Alemania) en 1957. Cursó estudios de pregrado y postgrado en
Cambridge University. Ha traducido del alemán al inglés alrededor de sesenta
títulos, principalmente novelas, entre los que se cuentan trabajos de Ernst
Junger, Franz Kafka, Wolgang Koeppen, Joseph Roth y Wim Wenders. Ha publicado
seis libros de poemas: Nights
in the Iron Hotel (1983), Acrimony
(1986), K.S. in Lakeland: New and Selected Poems (1990), Corona,
Corona (1993), Approximately Nowhere (1999), y Selected
Poems (2009). Durante una mitad del año vive en Inglaterra y durante la
otra mitad enseña en University of Florida.
Es uno de los
poetas preferidos de Parra. Parra recomienda comprar todo lo que traduce este poeta porque suele tener muy buen ojo. No tengo ni que decir que él mismo hizo
la selección de los poemas para esta entrega. Disfruten.
Destino de los expresionistas
El Káiser fue el
primer primo de Jorge V
descendiente,
como era, de Jorge el alemán,
y el infeliz
Alberto, el Elector sajón tan trabajador.
– El relajado,
corte de marinero de la barba de uno,
los histéricos,
erizados bigotes del otro…
Los
expresionistas fueron de la generación de Rupert Brooke.
Su aguante en la
vida era más débil que el de un bebé.
Sus muertes, a
cualquier edad, fueron mortalidad infantil –
un mal chiste en
este siglo. De pronto se sentían somnolientos,
caían como
moscas, caprichosas, chisporroteantes,
extáticas, ante
un bombillo caliente. Aún antes de la guerra,
Georg Heym y un
amigo murieron en un accidente mientras patinaban.
Desde 1914,
murieron en batalla y a causa de enfermedad –
O de suicidio
como Trakl. Drogas Alcohol Pequeña
Hermana.
Uno era
estudiante en Oxford y murió, semanas más tarde,
por otro
lado… Luego, escaparon de los Nazis.
Benjamin fue
devuelto en la frontera española –
su historia de
las calles de París inconclusa –
desviado hacia
un suicidio autista. En 1938,
Ödön von Horváth, autor de comedias
naturalistas,
fue golpeado por
un árbol que se vino abajo. En París.
Para el tiempo
en que mi
antología fue compilada, aún quedaban algunos:
inexplicables
sobrevivientes,
psicoanalistas en el Nuevo Mundo.
Noches en el hotel de hierro
Nuestras camas
están a una distancia de hospital.
Las uno. Estera
de paja
en las paredes
produce un efecto de Palm Beach:
largas bebidas
preparadas con ron en bares tropicales.
La posición del
espejo y el armario
me recuerda a
una habitación donde una vez viví felizmente.
Nuestros sentimientos
son más cortos y rápidos ahora.
Tú confiesas una
nueva infidelidad. Esta vez,
un trombonista.
Su tierna bendición…
Toda la noche,
hablamos sobre separarnos.
La radio nos
despierta con su música ambiental.
De una manera
siniestra, lo llamas tregua.
Estamos
fascinados con nuestra propia anestesia,
nuestra
incapacidad de funcionar. El sexo es un lujo,
un artículo de
exportación de saludables economías físicas.
La TV está
encendida todo el tiempo.
Mareante
realismo socialista para los borrachos.
Un gimnasta se
balancea como un pez ensartado.
(Praga)
De Nights in the Iron Hotel (1983)
Transferencia bancaria
Saliendo del
cine pornográfico de la estación,
con el rápido
reloj y el programa continuo,
entonces pasando
el tenderete de dulces francés, las revistas naturistas
y el cretino de
la oficina de los tickets de lotería
– das schnelle Glück: un dólar rápido o un polvo –
y hacia al tren
nocturno con destino a Berlín…
Era cerrado y
sin paradas, pero los guardias fronterizos de Alemania oriental
nos despertaron
para darnos nuestras visas de tránsito,
y después era
domingo temprano, y salí caminando
del Berlin-Zoo enfundado en el abrigo de
león de mi padre,
su maletín en
una mano y su bolso en la otra.
Tenía diecinueve
y era un hombre de remesas,
embarcado en un
delirio de autosuficiencia,
sorprendido de
que fuera posible vivir como un pájaro:
dormir en un
hotel, comer en restaurantes,
y obtener el
dinero de mi padre a través de una transferencia bancaria.
Al final de mi
tubo de alimentación, no me di cuenta de
que estar en
cualquier lugar sobre la superficie de la tierra es sangrar:
dinero,
atención, esfuerzo… no había problema.
Eludía a mis
compañeros de viaje – el frío joven
con la capa
inca, el corazón débil y la cara azul,
su obesa, hermana
de cerebro escatológico – y miraba
incesantemente a
una mujer peruana en un nightclub.
Estaba una chica
que una vez me dijo que se había comprometido.
La maternal
encargada del hotel me dio los panecillos
que quedaron de
mi desayuno para el resto del día.
Una vez, ella me
pasó una llamada de mi padre.
Le pregunté
sobre su conferencia, pero él quería
algo más:
tenerme al otro lado de la línea
telefónica, una
coartada, prueba de mi inocencia –
se había puesto
celoso de un elegante joven inglés…
No había crimen,
ni conferencia, quizás ni joven inglés:
Solo mi padre,
su hijo y el nuevo argumento de su novela.
De Acrimony (1986)
Guanajuato dos veces
para Karl Miller
“Una mujer
sonriente enfundada en un rebozo sosteniendo un rebozo…”
– Sybille
Bedford
Podría
mantenerme regresando al mismo puñado de lugares
hasta volverme
azul; hasta convertirme en
José José
en la carátula
de su nuevo disco,
“¿Qué es el
amor?”;
luciendo un ceño
agradable y jeans prelavados;
leyendo un
especial de doble página (“El problema con José José”)
sobre su
problema con la bebida,
comparando su
foto “Antes” y “Después”…
Podría
lentamente convertirme en un fantasma, lentamente familiar,
lentamente
invisible, afable, obtuso…
Podría preguntar
“Te acuerdas de mí?” al botones inexpresivo,
y yo mismo
recordar
el septeto en el
quiosco de la música tocando “Winchester Cathedral”,
y el payaso
entrando por café
y para contar lo
recaudado y quitarse la cara…
Podría medir
todas mis previas camas.
Deambular adrede
por doce pueblos con doce nombres
de calles entre ellos.
Sentarme a ambos
lados de los asientos municipales para besarse,
negando con la
cabeza al hombre de la manta
y al hombre de
la hamaca, en su graciosa desesperación
ofreciéndome
hamacas por cuatro, por cinco, por seis…
Podría aprender
el español para
“Yo debí haber
vuelto” u “¡Hola, soy yo otra vez!”
y cogerle el
truco al doble apretón de manos,
primero las
palmas, luego los pulgares cerrados.
Mis sueños se
desmoronarían y se hincharían y se resistirían
como papayas.
Podría permanecer balanceándome como una palmera,
o arraigado como
un campanario, despedazándome ligeramente
cada vez que
tañen las campanas, no verdaderas campanas
sino grabaciones
de antiguas campanas,
y nunca por mí.
De Corona, Corona (1993)
XXXX
para Larry Joseph
‘que lo único que hace es componerse
de días;
que es lóbrego mamífero y se peina…’ – Vallejo
Orino en
botellas,
recolecto ceniza
de cigarrillo en el cuenco de mi mano,
lanzo las
colillas por la ventana
o las apago en
el fregadero.
Mastico comida
de larga duración,
fruta seca, pan
integral de centeno, carne seca.
Tengo cuarenta. Libero
la luz de empuje atascada con mis uñas
para darle un
descanso al vestíbulo.
Con un pie sin
zapato – escrupulosa pedantería –
empujo la
alfombra suelta en el séptimo paso.
Más tarde
cerraría algunas puertas a portazos
y pasaría una
noche mojada bajo un árbol.
Me he sentido
identificado con un zorro amarillento junto a las líneas del tren,
he seguido
silenciosamente los fuegos artificiales en el Támesis,
he visto dos
estrellas fugaces apagarse sobre Londres
y pedido deseos
en su nombre.
No recuerdo
cuándo fue la última vez que escribí una carta
o atendí el
teléfono. Mi sonrisa
cae sobre
cuidadores de tiendas y conductores de autobuses y madres jóvenes.
Me deslumbra.
Pienso
continuamente en dinero, y las polillas devoran mi ropa:
La cosa sobre
las riquezas terrenales era cierta.
Durante media hora,
entre palpitaciones, contemplé
dos niños,
estaba seguro de que eran míos.
La mayor parte
del día estoy o acostado
o durmiendo. No
había leído tantos libros
con tal avidez
desde que era un chico.
Las noches son
difíciles. A veces grito.
Soy pendenciero,
encantador, lujurioso, estoy inconsolable, arruinado.
Mantengo la
radio encendida mucho más de lo que mi padre lo hizo,
la llevo conmigo
de habitación en habitación.
Me gusta su
conversación neutra.
De Approximately Nowhere (1999)
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