viernes, 13 de abril de 2012

Apuntes sobre el síndrome del patito feo y la escena literaria venezolana

Biblioteca de Renato Rodríguez (foto tomada en 2009 por la misma persona que tomó la foto del post anterior)

Todos nos hemos estrellado contra él en alguna ocasión. Relumbra en el interior de las frases de críticos literarios, escritores y lectores por igual. Agujerea las paredes de nuestra casa con su pico horrendo hasta que el living se inunda y la corriente arrasa con todo. Le deja a sus víctimas la desazón, el hastío y el firme propósito de leer más literatura argentina (la del mainstream, por supuesto). Este patito es medio vampiro porque a sus víctimas les crece un piquito de hule y, de inmediato, empiezan a replicar el asedio. También es medio fantasma porque, literalmente, “aparece” cuando uno menos se lo espera. El fin de semana pasado volvió al ataque y yo decidí postear un breve texto en mi blog con el único fin de expulsarlo de mis pensamientos. Su presencia me pone enferma. Grave.
No soy la única que se ha planteado desplumar este fantasma. Supongo que necesitamos con urgencia algún tipo de terapia de grupo. Creo que, dadas las actuales circunstancias, resulta capital empezar aportando nuevas lecturas de los orígenes de este fenómeno y, sobre todo, nuevas lecturas de las obras de nuestros autores. Intentaré abrir esta discusión desarrollando más extensamente, desde un punto de vista bastante personal, los puntos que llegué a plantear en el post anterior.

  1. La escasa y casi inexistente difusión de la literatura venezolana en el exterior

El síndrome del patito feo insufla en sus víctimas la sólida creencia de que la poca o nula atención que recibe la literatura venezolana en la escena internacional se debe a la falta de calidad de su corpus. Este es, sin duda, uno de los síntomas más preocupantes porque no ilumina las verdaderas zonas de conflicto. Supongo que esta es una creencia derivada de una lectura superficial del corpus y a veces, incluso, del total o parcial desconocimiento de este. Soy de las que opina que la literatura venezolana no goza de buena difusión en el exterior porque nuestra maquinaria organizativa ha fallado. Nadie escapa de esta cadena infinita de culpas. El estado, las editoriales, la academia, los críticos literarios, los escritores y los mismos lectores somos un poco responsables de esta situación.
El estado falla porque hasta ahora no ha generado políticas culturales consistentes para afrontar este problema. No es un secreto que muchos países latinoamericanos, entre los que resaltan México y Argentina, financian traducciones de obras de su acervo a otros idiomas e, incluso, otorgan ayudas económicas a editoriales extranjeras para que las editen en forma de coediciones. Me consta que esta clase de gestiones se han materializado en nuestro país pero, lamentablemente, han constituido esfuerzos aislados. Como ejemplos fundamentales de estas diligencias tenemos la traducción al portugués de una antología de José Antonio Ramos Sucre que publicó la Embajada de Venezuela en Portugal (1992) y la traducción al francés de otra antología del mismo Ramos Sucre que Monte Ávila Editores lanzó en Francia en coedición con una editorial de ese país (2009). Sin duda, estos proyectos deben replicarse y, quizás, deberíamos imaginar la posibilidad de ir aún más lejos. Podríamos intentar imitar en pequeña escala la intensa política de donaciones que el gobierno español ha diseñado con el fin de crear centros de estudio de su literatura en distintas universidades del mundo. ¿Cómo hacer esto en pequeña escala? Una alternativa sería ofrecer anualmente cierto número de becas de investigación para estudiantes o profesores de programas de postgrado de literatura latinoamericana de universidades extranjeras interesados en estudiar literatura venezolana. No hablamos de grandes sumas de dinero sino de un moderado aliciente para sufragar un boleto de avión o libros u otros gastos vinculados al proceso de investigación.
La academia falla cuando organiza espléndidos congresos internacionales sobre literatura venezolana y no invita a críticos extranjeros. Este detalle resulta importante en vista de que los congresos podrían constituirse como focos de irradiación.
Las editoriales fallan porque no se arriesgan a distribuir libros de autores venezolanos en el extranjero. La crítica literaria falla porque, prácticamente, no existe dentro de nuestras fronteras. Los críticos adscritos a la academia producen investigaciones que no están destinadas al lector común y resulta lógico que sea así, el asunto es que más allá de eso no tenemos, prácticamente, nada. Salvo por los esfuerzos de algunos blogueros y promotores culturales que han hecho de la internet una herramienta muy productiva.
Los escritores fallan porque muchas veces se entregan a las rivalidades y no se apoyan entre sí como deberían. Los lectores fallan cuando no recomiendan lo que leyeron. Los suplementos literarios fallan cuando no están disponibles en internet.
Y estos son apenas algunos ejemplos. Estoy segura de que fallamos de otras muchas maneras y, sobre todo, de que podemos continuar fallando cada vez más y mejor. Es eso o poner manos a la obra.

  1. Sobre la literatura venezolana y el Boom

El hecho de que ningún autor venezolano haya logrado colarse en el Boom es para algunos la prueba irrefutable de que la literatura venezolana es una literatura fracasada. Este es otro falso mito que ocupa un lugar central en nuestro imaginario. Me asombra particularmente la terrible ceguera desde la que se han analizado muchas obras publicadas durante las décadas del sesenta y el setenta. Hablamos de obras maravillosas que no han sido objetos sino víctimas de abordajes críticos, que han naufragado a fuerza de lecturas que partían de concepciones estéticas demasiado conservadoras. Creo que el caso más dramático, sin duda, es el de Renato Rodríguez. Y supongo que para mi generación resulta obvio el gran valor de este autor porque no somos la generación que se formó con el modelito del Boom. Para muchos de nosotros el Boom representa en gran medida lo mismo que dice Ramón de la Campa que representa para algunas instancias de la crítica actual “un fichero de todos los vicios de la modernidad literaria latinoamericana, una estrecha envoltura compuesta de identidades criollas, tradiciones letradas, imaginarios rurales, realismos mágicos trasnochados, teoría de la dependencia…”
Y claro, un autor como Rodríguez no podía entrar en el Boom porque, para rematar, estaba escribiendo en clave posmoderna. Su estética era experimental y de vanguardia. Rodríguez no pretendía escribir literatura “seria”, sus propuestas cuestionaban las nociones de literatura y de realismo, eran propuestas lúdicas que cuestionaban la ciudad letrada, ambientadas en escenarios preeminentemente urbanos y muchas veces en constante diálogo, crítico o entusiasta, con la contracultura. Sin duda, no tenía ninguna oportunidad de convertirse en un éxito comercial en el extranjero pero mucho menos en nuestro país (tan conservador).
Rodríguez incluso tenía que auto-editarse, supongo que ninguna editorial estaba interesada en publicarlo. Como si fuera poco, a estas alturas aún se escriben artículos que explican cómo Rodríguez era el culpable número uno de su marginación y en donde se plantea que esta situación es el resultado lógico de su interés por personajes periféricos, el uso del lenguaje coloquial y su tendencia al sinsentido. Por favor. Cuando leo esta clase de cosas me resulta inevitable pensar que los escritores estuvieron a la altura, no así los lectores y, lamentablemente, tampoco los críticos.
Muchos de los escritores de ese momento también estaban trabajando en propuestas innovadoras y de corte experimental (Garmendia, Noguera, Madrid, Trejo, por nombrar algunos), obras enrevesadas, difíciles, que corrían riesgos, que requerían de lectores “duros” y desprejuiciados. Supongo que existen otros factores que unidos a estos propiciaron la ausencia de nuestros autores en el mercado internacional. Sin embargo, esto no quiere decir que las búsquedas de estos escritores estuvieran mal encaminadas. Todo lo contrario. El fenómeno Bolaño nos ayuda a clarificar esto. En muchos de estos autores estaba el germen que ha caracterizado la obra de Bolaño y que lo ha convertido en un récord de ventas. Recién ahora es cuando una novela sobre poetas latinoamericanos drogados puede sobreponerse al temperamento pacato latinoamericano. Y, precisamente, esta conexión se hace más que evidente si recordamos que cuando Roberto Bolaño ganó el premio Rómulo Gallegos, Carlos Noguera formaba parte del jurado. El mismo que ha sido el promotor número uno de la obra de Rodríguez.
Lo desconcertante de la obra Rodríguez es que parece reelaborar algunos aspectos de la tradición beat al mismo tiempo que empalma con una tradición más posmoderna, dando lugar a una fusión sumamente estimulante. Cerraré este punto diciendo que Thomas Pynchon publicó su primera novela el mismo año en que Renato Rodríguez publicó “Al sur del Equanil”, 1963. Esto es un indicio, una pista, una casualidad significativa. Lo menciono porque me parece que el sinsentido se convierte en el eje de las obras de ambos autores. Tienen muchos rasgos en común. Copi, el argentino, estaba escribiendo unas obras rarísimas para la misma fecha. Muchas las escribió en francés y supongo que por eso gozó de mejor acogida. Mientras nuestros lectores y críticos miraban hacia Vargas Llosa y García Márquez, nuestros escritores conectaban con otras corrientes. Es importante que esto quede claro. Me pregunto cuántos de los que han escrito fuera de foco sobre Renato conocen la obra de Pynchon o la de Copi.
Es un tema que planeo seguir desarrollando en los próximos años, esto es apenas el boceto de una futura investigación.

  1. La experiencia personal

Desde que estoy viviendo fuera de Venezuela he tenido la oportunidad de llevar a cabo algunos experimentos. Recomiendo a mis conocidos leer literatura venezolana y, por lo general, quedan encantados. Me esfuerzo por recomendar libros y autores que vayan con los gustos de cada persona y, ciertamente, me abstengo de recomendarles libros o autores por el simple hecho de que son los más canónicos y los que todo el mundo recomienda. Me siento inclinada a fungir de puente. Por eso, también, decidí abrir un blog que actuara como espejo del blog de Guillermo, en donde pudiéramos postear traducciones de poetas angloparlantes de vanguardia. Esta idea surgió para paliar de alguna manera la triste circunstancia de que a Venezuela apenas llegan los libros clásicos y los del mainstream. Si bien creo que la literatura venezolana necesita ser promocionada en el exterior, también creo que los venezolanos necesitamos estar informados sobre qué cosas se están haciendo en otros países. De otra forma no se podrá entablar ningún diálogo.
En otro orden de ideas, me tomaré la libertad de reseñar el trabajo que hace Guillermo en su blog, aunque mucha gente ya lo conoce. Guillermo desde 2003 dedica parte de su tiempo libre a llevar una bitácora de traducción al inglés de literatura venezolana (http://venepoetics.blogspot.com/). Lo hace por puro amor al arte y ha sido sin duda un proyecto exitoso. Sin embargo, es un poco frustrante lo difícil que resulta ir más allá y posicionar proyectos de traducción de literatura venezolana en editoriales estadounidenses e, incluso, venezolanas. Este es uno de los motivos por los que me molesta tanto el síndrome del patito feo: existen personas como Guillermo que están trabajando muy duro para convencer a la gente de que apostar por la literatura venezolana vale la pena, mientras que en Venezuela algunos se empeñan en declarar que nuestra literatura no tiene nivel. En criollo: es como si nos echaran la partida para atrás.
A pesar de todos los obstáculos y del fantasma del patito, Guillermo va avanzando lentamente. Hace poco firmó un contrato con una editorial universitaria del sur de los Estados Unidos para publicar las traducciones al inglés de una antología de Ramos Sucre. Estamos cruzando los dedos para que todo salga bien. Aún tiene engavetados varios libros de Sánchez Peláez completamente traducidos y un par de proyectos de antologías plurales de poesía y narrativa que no ha logrado colocar en ninguna editorial. El camino es arduo y escarpado pero, de vez en cuando, trae satisfacciones. Felicitaciones Parra. Tenemos que erigir una estatua en tu honor o algo.




11 comentarios:

  1. gracias por semejante aclaración que me ayuda a conocer un poco más mi poco conocida literatura hispanoamericana...trataré de que alguno de estos títulos caiga en mis maos.

    ResponderEliminar
  2. Genial Didac! no sé en qué país estás pero te cuento que en la página web de Monte ávila editores y de Biblioteca Ayacucho puedes conseguir algunos libros para descargar. No creo que tengan los que menciono en el post pero quizás consigues algo que te interese. Los del post quizás puedes conseguirlos en bibliotecas universitarias o en librerías de viejo virtuales.

    ResponderEliminar
  3. Lo argumentes muy bien y resumes exactamente lo que pienso yo. Soy inglesa y voy a hacer mi doctorado sobre la literatura venezolana. Cuando lo digo, siempre me preguntan si tengo familia venezolana, como si esa fuera la única razón por la que me interesaría. Además, son muchos venezolanos que no entienden mi interés por su literatura. La verdad es que siempre me ha fascinado la literatura latinoamericana y me parecía extraño, hasta injusto, que en la universidad leemos tanto de México, Argentina, Chile y Colombia mientras que ignoramos lo otros países. Elegí Venezuela al azar, pero de pronto descubrí un mundo de literatura que me encanta.

    Por supuesto, no me han dado una beca. Fue muy difícil aún encontrar a un director de tesis. En las universidades inglesas, se estudia lo que unos cuantos deciden, y es terriblemente claro que la literatura venezolana no es una prioridad. No obstante, eso solo me hace más resuelta a hacerla, y a introducir la literatura venezolana en el sistema educativo inglés, aunque sea de una manera diminuta. Además, como Guillermo, me gustaría un día traducir, para que mis compatriotas que no hablan español puedan disfrutar de los libros que me apasionan, aunque si no haya dinero para editarlos.

    ResponderEliminar
  4. Hola Katie! Bienvenida al club. Entiendo lo que dices, yo pasé por algunas experiencias deprimentes mientras buscaba un programa de postgrado acá en Estados Unidos en donde pudiera llevar a cabo una investigación sobre literatura venezolana. Fue difícil conseguir programas interesados en mi proyecto y ni hablar de conseguir un tutor especializado en el tema. Afortunadamente empiezo en septiembre. Estoy a la orden para lo que necesites ya que andamos en lo mismo. Una compañera inglesa que estudia en el programa me dijo que había un profesor en una universidad de Escocia que está investigando sobre literatura venezolana. Si me escribes a mi correo personal te puedo dar más detalles: dayanafraile@gmail.com
    Hasta pronto! suerte!

    ResponderEliminar
  5. Un saludo fraterno desde Tenerife, de un venezolano errático y furibundo lector de nuestra literatura. Una de mis nostalgias más grandes es poder encontrar y re-encontrar en España a mis escritores y poetas, los de antes y los de ahora, que se me quedaron varados en la aventura de la emigración. Estoy consciente que Vzla. tiene un "corpus" literario de calidad, de lo más orginal y hermoso de nuestra lengua castellana. A veces nuestros escritores se convierten en verdaderos héroes, empeñados en cultivar su talento en medio de la desidia de polítiqueros y las trampas del Marketing. Sea como sea, hay que seguir adelante, por autoestima, por orgullo, con todo el trabajo y el coraje que ello implica. Un abrazo desde las islas Canarias.

    Marcelo

    ResponderEliminar
  6. Una discusión necesaria, Dayana, y que me motiva también a pensar algunas cosas, quizás una respuesta o seguidilla en mi blog. Actualmente termino mi tesis de maestría en literatura latinoamericana y tengo algunas teorías que me gustaría de pronto asomar.

    Por lo pronto, comparto un enlace que seguro conoces: http://www.pulsamerica.co.uk/literature/ una web de traducciones que prepara, entre otras cosas, una edición sobre escritores jóvenes venezolanos. También, hace rato, a solicitud de la revista digital "Círculo de Poesía", de México, armé un dossier que aún deben tener por allí, aunque no tengo el link directo (pero sí a la web: http://circulodepoesia.com/nueva/).
    Un gran abrazo y ánimo con esos proyectos.
    gp

    ResponderEliminar
  7. Bienvenido Marcelo. Gracias por tu comentario.

    Gabriel, esperaré esa seguidilla que prometes. Maravilloso. Fíjate que no conocía ninguno de los proyectos de los que me hablas. Los revisaré.

    ResponderEliminar
  8. Excelente entrada, que nos recuerda que no se trata de sobre o infravalorarnos, sino de valorar la literatura venezolana en su justa medida. Aquí en España, los países con lenguas o literaturas poco difundidas, como el sueco, el polaco, el checo, etc., ofrecen a las editoriales privadas ayudas a la traducción, y esa es la razón de que veas tantos autores de Europa del este y de los países escandinavos en las editoriales españolas. Lo mismo hace España con sus autores, para que sean traducidos a otras lenguas. Y no solo se trata de traducir clásicos, sino a los autores de la actualidad. En Venezuela son muchas las cosas que hay que hacer todavía pero, desde luego, despreciarnos no es una de ellas. Es una pena que gente como Osío Cabrices, a los que se les supondría alguna formación literaria, emitan juicios de valor tan poco fundamentados, propios del que ignora de lo que habla.
    Lo de Guillermo Parra ya debería de ser una política de Estado; su trabajo ha sido y es loable y excelente. ¡Ojalá salga esa edición de Ramos Sucre!
    ¡Saludos y enhorabuena!
    Juan Carlos Chirinos

    ResponderEliminar
  9. Exacto Juan Carlos. Tenemos que hacer de todo salvo despreciarnos. Bienvenido. Gracias por las buenas vibras.

    ResponderEliminar
  10. Me encantó leerte, Dayana! Tienes toda la razón en lo que dices y sobre todo en eso de que hay personas que en lugar de estar interesadas en promover y hacer algo positivo por nuestra literatura, se dedican a "echar la partida pa´tras" . Generalmente se trata de gente que ha leído muy poca literatura venezolana.

    Yo, por mi parte, hago lo que puedo por "promocionar" nuestras letras desde donde estoy (Israel) pero es casi nada. Si la literatura venezolana casi no está traducida al inglés, mucho menos al hebreo. Entonces lo único que puedo hacer es recomendarla a los pocos israelíes que son capaces de leer literatura en español.

    Hace poco conocí a un traductor que está enamorado de los microcuentos de autores venezolanos y se ha dedicado a traducirlos y a publicarlos en un periódico muy importante de acá. De algún modo he servido de intermediaria entre el traductor y algunos de los autores, pues lo he ayudado a ponerse en contacto con ellos. Pero cuando le pregunté si tenía la intención de publicar todos los cuentos que ha traducido (que no son pocos!) en una antología, me dijo que ninguna editorial estaba interesada en literatura venezolana porque "no vendía" … Al parecer, las editoriales de aquí traducen a los autores que les garantizaran éxitos de venta, bestsellers, autores del moribundo Boom, etc. También conocí a un editor de una serie de literatura hispanoamericana y le hablé maravillas de los venezolanos, le presté un libro de Victoria de Stéfano que tenía a mano. La leyó, le encantó, pero me dijo que no era el tipo de literatura que "garantice ventas" … Ahora hay una editorial dedicada a autores contemporáneos latinoamericanos, pero no tiene un solo venezolano. Vamos a ver si logro algo por allí. El problema es que si los autores no han editado en una editorial grande (española, argentina, mexicana o transnacional), son considerados unos desconocidos y nadie se arriesga a traducirlos, mucho menos publicarlos… pero tal vez en esta nueva editorial sea diferente!

    Ojalá salga esa antología de Ramos Sucre!!!

    Un beso!

    Liliana

    ResponderEliminar
  11. Pues sí Liliana, lamentablemente allí está el dilema. Uno puede tener las mejores intenciones pero es casi imposible posicionar los proyectos. Por eso creo que es importante debatir sobre el tema, intentar establecer redes, plantearnos soluciones. Y seguir intentando, por supuesto. Una verdadera maravilla sería que algún ente gubernamental o del sector privado se planteara crear un programa de ayuda financiera para editoriales y traductores interesados en publicar literatura venezolana fuera de Venezuela. Lo repito para ver si tanto de repetirlo se materializa. Suerte! abrazos de vuelta.

    ResponderEliminar